1. ¿Perdiste tu propósito de vida después de retirarte?

• Sensación de inutilidad o vacío: sientes que ya no aportas valor o que tu “etapa productiva” terminó.

• Falta de propósito diario: al desaparecer la rutina laboral, no sabes qué hacer con tu tiempo.

• Pérdida de identidad profesional: el trabajo era una gran parte de quién eras.

2. ¿Te sientes inseguro financieramente?

• Miedo a que el dinero no alcance para cubrir el resto de su vida.

• Desconfianza en las pensiones o inversiones: sientes incertidumbre sobre la sostenibilidad de tus ingresos.

• Deseo de seguir generando ingresos sin mucho esfuerzo físico, pero sin saber cómo hacerlo.

• Temor a ser una carga económica para tus hijos o familiares.

3. ¿Te has sentido desconectado socialmente?

• Pérdida del círculo social laboral: al retirarse dejas de ver colegas o amigos del trabajo.

• Sentimiento de aislamiento: tus hijos ya tienen su vida, los amigos se mudan o fallecen.

• Falta de espacios donde sentirse comprendidos o activos.

4. ¿Te falta salud física o mental?

• Preocupación por enfermedades o pérdida de movilidad.

• Estrés o ansiedad por el envejecimiento.

• Desmotivación y sedentarismo que aceleran el deterioro físico y emocional.

5. Quieres convertir tu experiencia o pasión en dinero?

• Deseo reprimido de dejar un legado o enseñanza.

• Frustración por no haber cumplido ciertos sueños.

• Ganas de emprender, ayudar o enseñar, pero sin claridad sobre cómo hacerlo.

• Miedo a la tecnología o a “no entender el mundo digital”.

“He trabajado toda mi vida, pero ahora no sé quién soy sin mi trabajo. Me preocupa quedarme sin dinero, sentirme solo o no tener nada que aportar. Me gustaría mantenerme activo, pero no sé cómo hacerlo de manera útil ni rentable.”